domingo, 26 de abril de 2015

FANFICTION: THE ICE HAS BLUE EYES

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de escribir un fanfiction pero no había encontrado una historia que me motivara a hacerlo, la razón es que sirve como un buen ejercicio para soltar la mano al momento de escribir y narrar.

Es divertido porque los personajes no son tuyos, no tienes las presiones que trae tu propio libro, por ende puedes hacer lo que quieras con ellos (En el buen sentido de la palabra). Es así como me obsesioné con Frozen y Rise of the Guardians.

Veamos que sale de este experimento!

Amelie


Capitulo 1
Un Muchacho Despreocupado

Era noche oscura y fría, de cielo estrellado y claro porque la luna estaba llena, resplandeciente. Su luz alumbraba los bosques sostenidos por la tierra y adornaba las nubes algodonosas que cruzaban lentamente el firmamento alto.

Jack estaba admirando la noche recostado sobre la rama de un pino, desde ahí podía ver a lo lejos las luces de la aldea cercana y las columnas de humo que desprendían las chimeneas. Respiró profundo y sonrió, su vida era maravillosa, no deseaba nada más para sus dieciséis años, era probable que luego se transformara por completo en adulto y entonces quisiera lo mismo que el resto, o lo que sus padres esperaban de él: que tuviera su propia casa, una esposa, hijos y un trabajo que le permitiera sobrevivir. Sin embargo, en ese preciso instante, podía contemplar el cielo y dar gracias por todo lo que tenía junto a su familia.

- ¡Jack! - Escuchó a lo lejos - ¡Jack, dónde te metiste!

El muchacho se incorporó, desde la altura y observó divertido como su hermana menor lo buscaba de mal humor.

- Estoy cansada Jack, todas las chicas volvieron a casa... - La niña vio hacia el cielo, también se sintió sobrecogida por la belleza de aquella noche - ¡Jack Overland, sé que estás escuchándome, baja ahora mismo o volveré sola a casa!

Pero no hubo respuesta. Desde la copa del pino, su hermano observaba divertido la expresión de su pequeño rostro compungido, decidió aguardar un poco más sólo para molestarla. La niña volvió sobre sus pasos y caminó de vuelta a casa.
No había avanzado diez pasos cuando sintió a su hermano andar tras ella.

- ¿Se puede saber dónde te habías metido? – Preguntó volteando hacia él y con el seño fruncido.
- Pues estaba escondido, Emma. – Respondió con aire despreocupado - ¿No se suponía que estábamos jugando al escondite?.
- Sí, pero tus escondites son imposibles de hallar, ¿Cuál es tu fijación en desaparecer?.
- Jajaja – Rió de buena gana – Lo siento, es divertido verlos atraparse unos a otros y después a todos intentando atraparme a mi.
- Me asustaste – Dijo con aire triste – Vamos, es tarde.
- Oh, Emma… discúlpame – Respondió rodeándola con los brazos – Pero para que sepas, no te quité los ojos de encima ni un segundo.
- Sí, está bien… ¡El último en llegar a casa se queda sin postre! – Y sin más se largó a correr lo más rápido que pudo.

Jack sonrió, le dio bastante ventaja a Emma antes de echar a correr tras ella, la alcanzó un par de veces y del mismo modo le daba ventaja otra vez, finalmente la dejó ganar. Cuando estaban cerca divisaron a su madre de brazos cruzados bajo el umbral de la puerta.

- Estaba preocupada – Dijo mientras dejaba un beso en el cabello de su hija.
- La culpa es mía mamá, me subí a un árbol y el tiempo pasó volando.
- Lo importante es que al fin están de regreso, Jack – Luego abrazó a su hijo con ternura – Vayan a lavarse las manos, la cena está servida.
- ¡Sí! – Gritó Emma – ¡El postre de Jack es mío porque le gané una carrera! – Luego la niña se perdió en el pasillo que conducía al lavadero del patio.
- ¿Dónde está papá? – Preguntó el muchacho.
- Aún no llega, tal vez mañana.

La casa que habitaba la familia Overland era modesta y pequeña, se encontraba a unos veinte minutos a pie de la aldea más cercana, pero en los alrededores a ella habían otras cuatro que también estaban dentro del bosque. Su madre era dueña de casa, cuidaba a sus hijos y ocasionalmente preparaba tartas y pasteles por encargo de habitantes de la aldea; su esposo era cazador, no era raro que tardara unos dos o tres días en volver, se internaba en el bosque junto a los esposos de sus vecinas y cazaban todo lo que podían cargar, luego vendían las presas en la aldea y con ello compraban víveres para el invierno. Sin duda eran una comunidad pequeña pero muy unida, los niños iban a la escuela donde aprendían un poco de cada cosa, lo suficiente para saber el precio justo de intercambio de especies y leer una que otra historia, todo el resto lo aprendían de sus padres, como ellos a su vez lo habían aprendido de los suyos.

El padre de los niños no había llegado esa noche, sin embargo la cena había estado deliciosa, su madre se había esmerado pensando que compartiría junto a ellos, cocinó pato asado acompañado de legumbres y jugo de fruta; el postre era pastel de fresa, algo que Jack lamentó de corazón tener que ceder a Emma, ese era el postre favorito de su padre y también el suyo.

Una vez que acabaron de comer se prepararon para ir a la cama, cada uno dio un beso a su madre y subieron al segundo piso que no era más que un pequeño cobertizo. La intensa luz de la luna iluminaba la habitación que compartían, Emma intentó verla a través de la única ventana que tenían allí.

- Es hermosa – Dijo con admiración – La luna llena de esta noche está increíble.
- Es cierto Emma, ahora ven a dormir – Invitó el muchacho mientras daba unos golpecitos en el sitio donde se acomodaría su hermana.
- ¿Qué hacías arriba del árbol mientras te buscábamos?.
- Lo mismo que haces tú ahora, quería admirarla en silencio.
- Quiero que el invierno llegue pronto – Acotó mientras gateaba hasta su cama y se acomodaba junto a él – Estoy impaciente, quiero patinar en el hielo. ¿Me llevarás?.
- Sí, por supuesto… - Balbuceó el muchacho más dormido que despierto e intentado arroparla a tientas.
- Promételo Jack – Insistió.
- Lo prometo... ahora vamos a dormir... te quiero...
- Y yo a ti, buenas noches, hermano.

No obtuvo más respuestas, pero confiaba en la palabra de su hermano, podía dormir tranquila, contar los días y… ¡Rayos, faltaban al menos dos meses para que llegara el invierno!... y con él, la nieve, el hielo y la infinita diversión...

Si todas las personas nacen con un don, el que Jack poseía tras sus grandes ojos marrones, era traer consigo diversión a todos lados, cuando él estaba presente era imposible entregarse a la tristeza, la luz y el calor de su espíritu despreocupado e infantil llenaba los lugares que visitaba, todos los conocían por ello. Sus padres creyeron que su personalidad cambiaría un poco cuando naciera su hermana Emma, sin embargo y pese a la diferencia de edad entre ambos, su actitud aniñada y fresca se acentúo más.


Las semanas pasaron pero el invierno aún tardaría un poco en llegar, antes de que eso ocurriera Jack estaría de cumpleaños, y aunque la mayoría de edad siempre se celebraba a los veinte años en la aldea y alrededores con una fiesta tradicional, a los dieciocho tendría que empezar a trabajar en lo que fuera para ayudar a su familia, y pese a que dentro de poco tendría sólo un año para decidir, alejaba ese pensamiento de su mente, no porque estuviera evitando emplearse, sino porque imaginarse yendo de cacería con su padre significaba dejar a Emma y a su madre solas, no poder esta con ellas durante días era una preocupación para él.

Los días transcurrieron a prisa y sin saber cómo el tiempo pasaba tan rápido, su cumpleaños llegó de forma repentina. En una pequeña reunión familiar su madre preparó tarta de fresas con extra relleno, su padre un poncho de piel para que se abrigara en los meses de invierno que estaban por llegar y su hermana un cayado de madera que talló, con mucha ayuda, de una larga y firme rama, como ambos salían de paseo y a jugar en el bosque, ya habían pasado uno que otro susto en la nieve profunda, en el hielo frágil sobre los esteros y también sobre los lagos, a Jack sus obsequios le parecieron perfectos.

- Muchas gracias por el esfuerzo de todos – Dijo emocionado, Emma saltó a sus brazos y le dio un besito en la mejilla.
- Te amamos hijo, eres una brisa fresca en nuestras vidas – Su padre también se acercó y abrazó a ambos niños, luego buscó la mirada de Jack – Espero que a pesar de los años y las responsabilidades, esa chispa que llevas nunca se apague.

Ambos sonrieron con satisfacción.

- Estamos muy orgullosos de ti, Jack – Agregó su madre antes de depositar un beso sobre su cabello castaño y desaliñado.
- La velada había estado fantástica, sus regalos eran increíbles, ahora él también estaba ansioso de que invierno llegara pronto para dar todo el uso que pudiera a sus obsequios.


Y el invierno llegó furioso de un momento a otro, una noche se fueron a dormir como cualquier día y a la mañana siguiente, el manto blanco de la nueve había cambiado todo el paisaje del bosque y aún nevaba, tanto así que Jack y su hermana no pudieron salir. Pero eso no fue excusa para no divertirse, estuvieron toda la mañana correteando por la casa y luego de comer algo ayudaron a su madre en la cocina. Después del almuerzo dibujaron, pintaron, se disfrazaron y ya un poco exhaustos se sentaron frente a la chimenea mientras su madre les leía un cuento. Cuando al fin dejó de nevar y el frío se volvió implacable ya era de noche.

- Ponte zapatos, Jack – Ordenó su madre.
- No tengo frío – Respondió de inmediato.
- Te vas a enfermar – Insistió.
- Eso es imposible – Alegó Emma – Jack, está descalzo todo el día, camina sobre el hielo y nunca ha pescado un resfrío.
- Es que no siento frío en los pies…
- Porque los tienes entumecidos jovencito. Vamos, dame gusto – Sonrió la mujer.
- ¡Ya es hora de ir a la cama! – Exclamó el muchacho, dio un brinco y le dio un beso a su madre en la mejilla.
- ¡Jack Overland! – Replicó la mujer intentando parecer enfadada.
- Sí mamá, mañana sin falta – Respondió dando una mirada cómplice a su hermana quién le cerró un ojo.

Y sin más, ambos chicos corrieron a su habitación entre risas y bromas. El cielo estaba despejado, la luna estaba casi llena y su luz parecía cálida a la distancia, dando una sensación brumosa al entorno, como si los objetos emanaran su propio resplandor. Ambos se acurrucaron en la cama e intentaron dormir al instante, si hacía suficiente frío en la noche podrían salir a jugar fuera de casa durante en día.

La mañana estaba muy helada, había caído tanta nieve durante la noche que los pinos y el resto de la vegetación parecía encorvada y cansada de sostener el manto blanco y majestuoso que descansaba sobre ellos. El sol asomó sólo lo suficiente para hacer que la escarcha resplandeciera brillante, como si todo el bosque estuviera sumido en un aura misteriosa y bella.

Emma fue la primera en despertar, estaba ansiosa, apenas había podido dormir durante la noche, estaba impaciente por salir a patinar sobre el hielo. Decidió levantarse temprano y preparar el desayuno a Jack, no es que su hermano necesitara cierto estímulo para complacerla, más que nada, era una forma de agradecerle y retribuir su cariño, sus atenciones de hermano mayor preocupado.

Cuando Jack abrió los ojos se topó con una bandeja armada de leche fresca y pan con queso fundido, sabía lo que significaba. Lleno de vitalidad disfrutó de la sabrosa sorpresa, la devoró en menos de dos minutos, luego se levantó de un brinco, corrió al lavadero para asearse y luego se arropó con el abrigador poncho que le había dado su padre hacía unos meses.

- Buenos días mamá – Saludó con animosidad – ¡Gracias por el desayuno!.
- ¡Oye, fui yo quién lo preparó para ti! – Replicó Emma al instante.
- Lo sé – Respondió divertido.
- No creo que sea una buena idea que salgan hoy – La voz de su madre era un murmullo cálido y dulce, 

Jack jamás se aburría de escucharla, disfrutaba de ella aún cuando lo reprendía y sermoneaba sobre alguna de sus travesuras.

- ¡Oh, mamá! – La pequeña hizo una mueca de disgusto – He esperado meses por esto…
- Es peligroso, el hielo aún no se ha asentado bien… además, es posible que siga nevando en la tarde, no sería bueno que una tormenta los encontrara lejos de casa.
- Jack observó la expresión de tristeza en el rostro de Emma y se le partió el corazón, su madre tenía razón pero podían ser cuidadosos y regresar temprano.
- Descuida, iremos juntos. Podemos salir después de almuerzo y volver antes de que el sol se oculte.
- Está bien, pero deben volver antes de que anochezca – Accedió aún no del todo convencida.
- ¡He, he, he! – Emma daba brincos de alegría, luego ambos corrieron a buscar sus patines de hielo.
- ¡Si vuelven de noche los castigaré! – Amenazó su madre antes de verlos desaparecer por las escaleras – ¡No estoy exagerando, pasarán encerrados todo el resto del invierno!

Almorzaron lo más rápido que pudieron, el padre de los niños volvería esta noche por lo que su madre volvió a insistir en que volvieran temprano para que alcanzaran a asearse y cambiarse de ropa antes de que su esposo llegara y compartieran la mesa. Ambos estaban listos y equipados para salir, llevaban sus patines colgando del hombro, como siempre Jack iba descalzo.

- Prometiste que te podrías zapatos hoy jovencito.
- Lo siento, nos los pude encontrar. No iremos lejos, pronto me pondré los patines.
- Está bien, pero no te acostarás esta noche hasta que los encuentres – Sentenció, luego abrazó a sus hijos y dio un beso a cada uno – Tengan cuidado.

Emma tironeaba a su hermano del poncho para que no perdieran más tiempo, si esperaba un segundo más explotaría de la ansiedad. Jack asintió a la petición de su madre, dio un par de pasos y volteó a ella para sonreírle, sólo una vez.

Jack disfrutaba del entusiasmo de Emma, la veía correr de un lugar a otro sin parar, sin agitarse, feliz y radiante. Éste sería probablemente el último invierno en que podría estar con ella a todas horas, en un año más estaría entrenándose en la caza como su padre y pasaría mucho tiempo fuera de casa, por un lado estaba muy emocionado de pasar mas tiempo con él, por otro lado no podía quitarse la preocupación de dejarlas solas...

- ¿En qué piensas? – Preguntó Emma al ver a su hermano ensimismado.
- En nada – Sonrió – Creo que ya es suficiente de camino, estamos un poco lejos.

Con rapidez la niña se sentó sobre una roca y se calzó los patines, su hermano le ayudó a atarlos, luego la puso en pie, en menos de dos segundos ella estaba caminando hacia un lago congelado frente a ellos.

- No te adelantes, voy a comprobar que el hielo esté firme – Advirtió mientras buscaba su cayado.
- Tendré cuidado. ¡Date prisa, Jack! – Insistió.

El muchacho tomó su cayado y lo arrastró hasta la roca donde se había sentado su hermana, estaba sacudiéndose la nieve de un pie cuando escuchó su nombre en la voz de Emma, el tono era alarmante. 

Cuando levantó la mirada el pánico recorrió su cuerpo como un relámpago, la niña se había adentrado en el lago congelado y bajo sus pies el hielo se trizaba a alarmante velocidad. Jack corrió a la orilla del lago con el cayado en la mano y comenzó a caminar hacia ella con cuidado.

- ¡Jack, Jack! – Gritó la niña.
- ¡Cálmate, voy para allá Emma!

Cuando estuvo cerca dejó el cayado a un lado e intentó extender sus manos hacia ella, vio en los ojos de su hermana que estaba asustada, la tensión del miedo en su cuerpo ejercía más presión sobre el lago congelado.

- ¡Lo siento, Jack! – Gritó con los ojos llenos de lágrimas, el crujir del hielo sonaba implacable.
- Tú tranquila, tranquila – Intentó calmarla mientras sonreía – No mires abajo, sólo a mi…
- Jack, tengo miedo – Emma estaba temblando.
- Sí, lo sé, lo sé... pero no te va a pasar nada – Quiso dar un paso más pero el hielo también comenzó a trizarse bajo sus pies – Te juro que no te caerás, esto será muy divertido, ¿Si?.
- No lo creo Jack.
- ¿Crees que es una broma? – Habló como si todo fuera un juego.
- Sí, tu siempre estas bromeando…
- No, no. Escucha, no lo haré esta vez, lo prometo, prometo que no te vas… – La sola idea de que Emma cayera al agua helada lo llenaba de miedo – Vas a estar bien… tú debes creer en mi. ¿Te parece si jugamos?.

Emma lo observó con curiosidad, el muchacho dio un paso hacia ella a pesar de todo para mostrarle que no era demasiado peligroso lo que estaba ocurriendo.

- Juguemos a brincar igual que todos los días… y es tan fácil como, ¡Uno! – Arriesgándose brincó hacia ella riendo – Wow! – Exclamó tambaleándose.

Su hermana comenzó a reír también, él se sintió un poco más aliviado al contemplar su sonrisa, creyendo que lo lograrían de verdad.

- Dos – Brincó una vez más – ¡Y tres!, ¡Ah!. – Respiró aliviado.
Cuando la pequeña vio lo que su hermano había hecho, se llenó de esperanza, no parecía tan difícil, en tres saltos estaría junto a él y a salvo, respiró profundo infundiéndose valor. Observó una vez más la mirada de Jack.

- Tranquila, es tu turno – La animó.

Emma dio un pequeño paso al frente.

- Uno, así, así – Contó el muchacho mientras se acuclillaba poco a poco hasta alcanzar su cayado - Dos…
La muchacha se tambaleó pero pudo mantenerse en equilibrio, suspiró de alivio. El hielo crujió una vez más y sin perder tiempo brincó hacia delante.

- ¡Tres! – Gritó Jack y al mismo tiempo saltó hacia ella, extendió su cayado hasta alcanzarla y la tironeó con fuerza hacia la orilla más cercana donde estaría a salvo.

Emma se incorporó lo más rápido que pudo, ambos se vieron y sonrieron, estaban a salvo, lo habían logrado y por poco, ya aliviado Jack avanzó hacia ella, entonces el hielo se movió bajo sus pies y comprendió que al abalanzarse hacia delante para salvarla, él había quedado en el mismo lugar donde hacía segundos estaba ella y entonces todo sucedió muy rápido, en un segundo estaba en la superficie y al siguiente se hundía bajo el hielo.

- ¡Jack! – Escuchó gritar a su hermana.

El agua estaba extremadamente fría, caer a través de esa placa congelada lo tomó por sorpresa, no tenía aire en sus pulmones, no podía gritar, no podía mover los brazos para nadar hacia la superficie, no podía mover las piernas para impulsarse hacia arriba. Sus miembros se habían adormecido al instante, poco a poco la voz de su hermana se volvía confusa y distante, poco a poco la luz que estaba más allá del lago se tornaba nublosa y oscura. ¿Acaso moriría allí?. Ese pensamiento lo desesperó, no estaba preparado para morir… ¿Qué sería entonces de su familia?, ¿Qué pasaría con ese futuro en el que ni siquiera había pensado?, ¿Jamás se enamoraría?...

Aún no se había rendido, no podía acabar todo ahí, intentó reunir todas las fuerzas que le quedaban para salvar su vida, pero no fueron suficientes, cada vez se hundía más en ese lago que parecía estar lleno de esquirlas de hielo duro y filoso, enterrándose cada vez más en él, drenando su calor, arrebatando los latidos de su corazón... estaba asustado, deseaba volver a ver a su madre, abrazar a su padre, decirle a Emma cuanto la amaba…

En la más absoluta soledad comprendió que había llegado el momento, absolutamente rendido a su destino, desechó la desesperación y abrazó la resignación… había sido feliz, era lo único que importaba, no agonizaría hasta morir, quienes le amaban habrían deseado que su muerte fuera rápida, sin dolor; nunca sabrían que eso estuvo lejos de la verdad, pero intentaría serenarse para que si lo encontraban, pudieran ver en su rostro el cálido y amigable beso de la muerte… sonrió, abrió un poco los labios y suspiró hondo para que sus pulmones se llenaran de agua, creyó que sería insoportable pero no sintió nada… la luna brillaba a lo lejos, lo sabía, podía distinguir su resplandor aún con los ojos cerrados, luego la oscuridad cayó sobre él como cae la escarcha sobre la nieve solida y el sueño profundo lo arrebató de la realidad para siempre.

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¡HE VUELTO!

Creo que todas las entradas en este blog comienzan de la misma forma: "Hace mucho tiempo que no pasaba por aquí..." y lamento que ...

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