Lo prometido es deuda!!! Esta noche compartiré en esta entrada el primer capítulo, del primer libro que compone la saga que estoy escribiendo.
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01.
Recuerdos Malditos
Damián dormía luego de una intensa noche de estudio, había caído rendido en el sillón del living una hora antes de ir a la universidad. El reloj de la biblioteca daba las 5:30 a.m., mientras en el ambiente se dejaba sentir el frío del amanecer.
El muchacho
estaba sumido en sueño profundo, sin embargo, su conciencia aún seguía activa,
observó a su alrededor y se sintió complacido de la proyección de su
inconsciente, estaba descalzo y vestía ropa negra. Sin prisa caminó a través de
la hierba alta que se extendía hasta más allá de donde podía distinguir. El
joven se recostó sobre la vegetación y cerró los ojos para disfrutar del
silencio de su propio mundo. Aunque trató de no pensar en ello, fue inevitable
no reflexionar sobre los inexplicables sueños recurrentes que había tenido
desde hacía un par de semanas, sueños que se acompañaban de un aroma que hasta
ahora le era familiar pero que no podía reconocer.
De pronto,
cuando creía que no ocurriría nada, comenzó a soplar una brisa que llenó esa
dimensión con la presencia de alguien más, la misma que invadía sus sueños
recurrentes. De inmediato se puso en pie y buscó a su alrededor con la mirada.
– No puedo verte pero sé que estas aquí, puedo
sentirte – Dijo en voz alta y severa – Ésta dimensión me pertenece. Muéstrate y
explícame ¿Qué quieres de mí? ¡Deja de esconderte!
Para exponer
a quién fuera que estuviera provocando su mente, cambió el ambiente haciendo
desaparecer todo cuando le rodeaba. Fue entonces que a una distancia no muy
lejana, frente a él, se materializó la silueta frágil y delgada de una mujer
cuya piel celestina translucía tonos de un perfecto matiz deslumbrante; parecía
suspendida sobre agua cristalina, su reflejo se dibujaba bajo sus pies mientras
pequeñas ondulaciones se extendían de forma circular desde ella hacia él. Estaba
desnuda, su largo y ondeado cabello blanco caía sobre sus pechos y se perdía
más abajo de su cintura, tenía unas marcas extrañas en el rostro a cada lado de sus labios y bajo sus ojos... unos ojos que
fusionaban el punto exacto de unión entre el cielo y el mar, tan azules, tan
puros que parecían asomarse en ellos todas las estrellas del universo. Damián
quedó perplejo, la observó con disimulo de pies a cabeza en silencio y
permaneció unos minutos así, admirando su mágica belleza. La muchacha sonreía
con timidez.
De pronto una
gran mancha oscura apareció tras ella, desde mas allá de los límites de aquel
sueño e iba creciendo mientras avanzaba con velocidad hacia la joven, el
corazón de Damián se estremeció, quiso correr y alcanzarla porque sabía que si
lograba llegar hasta ella, podría protegerla.
Pero del suelo húmedo nacieron
ramas que se enredaron en él para inmovilizarlo, la muchacha volteó y vio como
una ola se levantaba amenazante, venía tras ella con una fuerza devastadora
destruyendo toda dimensión a su paso.
– ¡Corre, corre no te detengas! – Gritaba Damián
mientras luchaba contra sus ataduras y extendía una de sus manos hacia la joven
– ¡Rápido, ven a mí, esto es una interferencia pero si me alcanzas podré
ayudarte!.
El cuerpo de
la muchacha estaba paralizado de miedo, volteó hacia él con la mirada llena de
desesperación y corrió lo más rápido que pudo.
– ¡Ayúdame! – Suplicaba sin mover sus labios y sin
dejar de correr.
Pero
como un monstruo la ola iba cayendo sobre si misma y la alcanzó antes de que
pudiera tomar la mano de Damián. Una mezcla de espanto y asombro se dibujó en
sus facciones, ella había desaparecido a escasos metros de él sin que pudiera
hacer nada para evitarlo.
– Una... pesadilla... – Balbuceó
Aún estaba afectado
e impotente cuando las ramas que le sujetaban desaparecieron junto con
todo su sueño.
– ¡No! – Gritó sobresaltado, envuelto en sudor y con
la respiración entrecortada – ¿Pero qué rayos... fue todo eso? Demasiado
real... – Pensaba mientras aún podía sentir la presión de las ataduras en sus
brazos.
Sonó el timbre y supo de inmediato quién era. De
mala gana se puso en pie y caminó directo a la puerta.
– Hola Kuno – Saludó al abrir dándole la espalda de inmediato.
– ¿Cómo supiste que era yo? – Preguntó con ánimo
mientras entraba, observando con disimulo la expresión de su amigo.
– La forma en que tocas el timbre es inconfundible. Además,
ya habíamos acordado que vendrías por mi – Respondió sin entusiasmo – Me quedé
dormido, dame unos minutos para cambiarme de ropa, no tardaré.
– Descuida, tenemos tiempo ¿Estás bien? – Preguntó
disimulando su curiosidad.
– ¡Claro que lo estoy! – Respondió al instante y a la
defensiva.
– Te conozco demasiado bien y también esa cara que
traes – Dijo Kuno mientras buscaba un resumen de los apuntes entre libros y
hojas desparramadas en el living – Estás alterado, no sabes mentir y no me voy
a tragar eso de...
– Déjame en paz – Interrumpió mientras abrochaba los
cordones de sus bototos – Estudié toda la noche para la prueba de hoy, estoy
cansado – Agregó.
– ¿No tendrá que ver con tus sueños? – Preguntó
mientras jugaba con su reloj de bolsillo.
– En serio. No estoy de ánimo.
– Entonces si es por un sueño... – Afirmó con una
sonrisa triunfante en el rostro.
– ¡Basta Kuno! – Replicó molesto y dando una mirada
severa a su amigo.
– Ya entendí, no te enojes – Sonrió con picardía.
Ambos se
encaminaron en dirección a la universidad y mantuvieron el silencio durante
todo el trayecto, Kuno observaba a su amigo con disimulo e intentaba hallar una
explicación a su comportamiento que, a pesar de ser introvertido y de pocos
amigos, cada vez que se encerraba en si mismo de esa manera, era por causa de
su extraña habilidad de manipular sueños. Poco antes de llegar al salón de
clases notó que su acompañante se movía como si tuviera los brazos adoloridos, pero
sabía que preguntarle sobre eso sólo haría que él se volviera más distante.
Cuando
llegaron, Damián tomó asiento donde siempre y Kuno se sentó a sus espaldas
mientras algunos compañeros de clase se acercaban a saludarlo y a compartir
detalles de la materia que entraría en la prueba que estaban a punto de rendir.
Carlos entró
al salón en silencio y dejó su portafolio sobre el mesón de docencia, tomó
asiento, limpió sus anteojos, sacó un libro y leyó para si mismo. Pasaron más
de quince minutos antes de que tomara las pruebas de su bolso. Observó a Damián y no fue indiferente a su rostro preocupado, luego consultó
su reloj y miró por la ventana – Ella
ya está aquí – Murmuró con cierto nerviosismo. Él también estaba preocupado y
no sólo por su alumno, respiró profundo e intentó mantener la calma, después de
todo si ellos volvían a encontrarse a causa del destino, significaría que todo
estaría bien, porque las coincidencias no existían.
– Bueno – Anunció con una amplia sonrisa mientras se
ponía de pie – Espero hayan sabido aprovechar bien los quince minutos que les
di antes de iniciar. Aunque no creo que repasar la materia a última hora haga
gran diferencia en el resultado.
– Estúpido – Murmuró Damián desviando la vista hacia
el ventanal.
– La prueba es un regalo de fin de semestre
adelantado, para quién estudio. Espero que les vaya bien – Agregó percatándose
de que Damián no estaba prestando atención.
Mientras el
resto de los alumnos guardaba los apuntes y se preparaban para desarrollar la
prueba, el joven docente se aproximó al banco de Damián.
– Necesito que te quedes después de clases, debemos
hablar sobre temas de tu interés académico – Su rostro era amable y sereno.
– Lo que digas – El muchacho le devolvió una mirada apática.
Carlos siguió
su camino y fue en busca de los cuadernillos del examen, luego fue
repartiéndolos uno por uno a sus estudiantes, cuando llegó junto a Kuno notó
que éste le observaba con curiosidad, entonces le sonrió.
– No te preocupes, él estará bien... aún cuando sus
sueños se estén transformando en pesadillas – Susurró y luego siguió con lo que
estaba haciendo.
Kuno estaba sorprendido, su imaginación suspicaz ya estaba estructurando algunas
ideas, con gran esfuerzo tomó su lápiz e intentó concentrarse.
– Cálmate, estás paranoico. Es obvio que Carlos no sabe nada sobre
Damián; además nunca se han llevado bien... – Pensó sin
estar convencido de que eso fuera cierto, pero se forzó a desarrollar la prueba
antes de que su gran imaginación continuara sembrando conjeturas.
El docente
dejó el examen sobre el banco de Damián y continuó con lo suyo sin mirar atrás,
sin embargo, cuando el muchacho tomó el cuadernillo para colocar su nombre, fue
arrastrado en un parpadeo a la profundidad de un sueño sin poder evitarlo.
“Ésta vez todo parecía estar rodeado de agua incluso él, pero no se percibía
como tal porque podía respirar y moverse con libertad, se dibujaban
ondulaciones a su alrededor cuando caminaba o se movía, intentó volver a la
realidad sin éxito, como si una fuerza superior lo estuviera manteniendo
cautivo en ese lugar.
Luego de unos
minutos el aroma que acompañaba sus sueños se hizo presente y de forma
repentina se materializó una burbuja gigantesca frente a si, corrió hacia ella
y notó que hacía de prisión a la mujer que ya había visto en la mañana, ella
parecía inconsciente y estaba atada con amarras blancas. Damián se conmovió al
verla y sin pensarlo posó la palma de la mano derecha sobre la pared de la
burbuja.
– Lo siento, no pude ayudarte. Sé que esto es sólo una
visión, pero dime qué puedo hacer para revertir esto, haré todo cuanto pueda.
La joven abrió los ojos, sin
embargo, su mirada ya no era la
misma, el color de su aura cambió de inmediato, como si fuera otra persona bajo
su imagen, fue entonces que la burbuja se quebró como un vidrio, una gran
columna de cristales rotos se levantó tras ella y se elevó mientras las vendas
se dispersaban a su alrededor, Damián retrocedió y fijó sus ojos en los de la
muchacha, quién sonrió con malicia.
– ¿Qué hiciste con la chica que vino a mis sueños?
Aunque te veas como ella no puedes suplantar el color de su aura – El tono
grave de su voz llenó todo el lugar.
Ella respondió levantando los brazos, bajo él
reaparecieron las ramas y otra vez se enredaron en su cuerpo, la mujer empuñó
las manos y las ataduras estrangularon a su víctima hasta hacerlo sangrar, el
prisionero gritaba ante el dolor y la asfixia, pero no se dio por vencido y
trató de mantenerse consciente.
– Dime, humano ¿Porqué tus manos están siempre frías
como el hielo, olvidaste cumplir alguna promesa? ¿A quién abandonaste en el
olvido? – Preguntó la mujer con una voz dura y profunda, sin mover los labios,
sin dejar de sonreír.
–
¿Qué
es... lo que... quieres... de... mi? – Preguntó con dificultad.
El muchacho ya sin fuerzas se entregó a la tortura
sin resistencia, de inmediato cayó inconsciente.
Carlos sabía que él
estaba en trance, ya se había familiarizado con ese rostro inexpresivo, la
mirada ausente, los labios entreabiertos y el espasmo ocasional de sus manos...
algo muy sutil, pero evidente a alguien tan observador como él. El docente se aproximó a Damián, era el único alumno que quedaba en
el salón, se sentó frente a él y lo vio de cerca, contuvo sus deseos de tocarlo
y de abrazarlo, entonces notó que el brillo de sus ojos amarillos retornaba y
que su respiración se volvía más agitada.
– Él está volviendo en si – Pensó.
De
inmediato se incorporó y colocó una mano en su hombro.
– Damián ¿Has terminado ya? – Carlos estaba de pie
junto al banco de su alumno.
– ¿¡Qué!? ¿¡Cómo!? – El muchacho estaba confundido y
exaltado.
– Que si has terminado la prueba, eres el único que
queda en la sala.
– No... no puede ser... ¿Cuánto tiempo ha pasado? –
Preguntó desorientado.
– Dos horas de clases – El docente se inclinó a Damián
y tomó el cuadernillo – Ni siquiera has puesto tu nombre. Escucha, sé que no te
agrado, pero si no puedes superar tus problemas personales conmigo no pasarás este
ramo ni los otros en que soy tu profesor – Su mirada era apacible pero
penetrante.
– Estudié toda la noche, creo que me bloqueé – Las
manos de Damián se empuñaron sobre la mesa – Supongo que mis problemas me han
jugado una mala pasada pero tú no tienes nada que ver con ello, no me agradas
pero no soy tan estúpido como para perder mi semestre por ti.
– Siempre has tenido una actitud a la defensiva
conmigo, no me interesa ser tu amigo ni inmiscuirme en tus asuntos, pero soy
uno de tus docentes y me preocupa tu rendimiento. Otros colegas son indiferentes
a este tipo de situaciones, solo se limitan a hacer su clase.
– ¿Quieres que aplauda tu ética profesional? – Damián
se puso en pie – Repruébame, esta clase no me interesa, fue un error tomarla
como ramo. Deja de preocuparte por mi, siempre he solucionado mis problemas
solo. Permiso – Y sin más, salió de la sala.
El docente
tomó asiento apesadumbrado, una gran frustración se instaló en él.
– Esto va de mal en peor, su barrera contra todo es
impenetrable – Pensaba mientras se tomaba la cabeza a dos manos e intentaba
mantener las esperanzas en que, mas tarde que temprano, las cosas podrían
mejorar... quizás ella podría hacer
que mejorasen.
El muchacho
caminaba con prisa. Muy en el fondo de su corazón, donde aún quedaba un poco de
calor, deseaba casi con desesperación un poco de paz, pero en vez de eso una
sensación desagradable se apoderó él, ese horrible dolor punzante instalándose
en su corazón otra vez a causa de esos recuerdos que no podía mantener a raya.
Agotado se dirigió a casa, allí podría buscar la calma dentro de un sueño y
liberarse del mundo real, al menos por el resto del día.
Damián era
una persona solitaria y de pocas palabras, alguien que sin proponérselo
generaba un aire misterioso a su alrededor. Su cabello negro como el ébano contrastaba con su piel
blanca y sus ojos amarillos como el sol, una mirada intensa donde el color
fluorescía tras el marco de sus pestañas largas y tupidas que parecían
delineadas con lápiz. Sin duda era un joven atractivo de veintitrés años que
llamaba la atención de su entorno más de lo que él hubiera querido. La mitad de
su familia había muerto en un accidente automovilístico cuando tenía ocho años,
y el vacío que dejó en su interior la pérdida de su padre y de su hermano
mayor, transformaron su personalidad de forma abrupta. Al poco tiempo descubrió
que tenía un sexto sentido, la habilidad psíquica de viajar a través de los
sueños y manipularlos a voluntad, también podía ver el color de las auras en
las personas cada vez que quisiera, pero se volvió aun más introvertido y frío
mientras crecía.
El hecho de
que el resto de las personas pensaran que él era extraño, que otros no le
hablaran o que lo ignoraran, era absolutamente indiferente para él, porque podía huir de la realidad y encerrarse en su propio mundo cuando
quisiera y encontrar allí el calor de su corazón cansado, esa paz que siempre
se escondía de él como si fuera una travesura.
Por otro
lado, Kuno era su mejor amigo y la única persona que se mantuvo junto a él pese
a todo; se conocían desde que tenían memoria y se querían
como hermanos, aún antes de que Diego
muriera. Sabía de las habilidades de su amigo y a su juicio era fascinante
porque, a diferencia de él, Kuno era un tipo normal de veinticuatro años, de
apariencia similar al resto y con una vida sin sobresaltos, o al menos eso
creía, porque también tenía un séquito de chicas tras de sí que se sentían
atraídas por su forma extravagante de vestir, sus ojos negros y su piel
amarillenta como buena herencia de su ascendencia oriental, pese a que las
facciones de su rostro jovial eran más occidentales.
Ya eran
pasadas las cinco de la tarde y el joven de los ojos amarillos estaba tendido
sobre la alfombra de su habitación a un costado de la cama, la brisa fresca que
entraba por el ventanal intentaba reconfortarlo de su malestar general,
calmando su espíritu turbado. Sentía que todo estaba de cabeza en su vida, y lo
peor había sido enfrentarse a dos interferencias de sueño sin siquiera poder
oponer resistencia, como si por alguna razón hubiese despertado sin poder
controlar su don. Decidió sumergirse
en su mundo y corroborar que todo estuviera en orden, después de todo, podía
moverse en las profundidades de sueño con plena libertad consciente, en ese
hecho radicaba su extraña habilidad: Mantenerse consciente en los niveles de
sueño profundo como si estuviera despierto y contemplar a cabalidad las
expresiones de su inconsciente. Entonces, respiró profundo y se dejó arrastrar
por la corriente del primer nivel de sueño, una vez allí vio hacia lo profundo
y saltó al abismo de los que seguían. Damián caía con libertad, envuelto en una
barrera de energía que lo mantendría a salvo de cualquier interferencia al
llegar a ese lugar donde nacen los sueños, ese nivel que los expertos en el
tema llamaban REM.
Cuando llegó,
Damián estableció límites seguros para su inconsciente y elevó las barreras
psíquicas de su mente para no ser atacado por sorpresa. Una vez convencido de
que todo estaba en orden, pudo entregarse a las expresiones libres de su
inconsciente, para hallar en ellos, alguna respuesta de lo que estaba
ocurriendo con él.
Dentro del
sueño apareció un bosque, el mismo que en la realidad colindaba el patio lateral
de su casa. Deambuló sin prisa entre árboles altos que cubrían el cielo con sus
grandes copas, escuchó pasos a lo lejos y reconoció al instante la silueta que
se dibujó a la distancia, una silueta que cada vez más hacía clara: era la de
un joven de catorce años, alto y delgado, de cabello castaño oscuro y ojos
color turquesa. Esa persona había heredado los mismos ojos de su madre, y allí
estaba esa mirada iluminando el rostro de su querido Diego... se llevó la mano
al pecho para cubrir su corazón que parecía intentar escapar de su cuerpo, su
hermano estaba frente a él y no podía abrazarlo ni tocarlo... sólo era una
proyección de su inconsciente, una proyección para hallar respuestas, no para
interactuar con ella. Siempre había evitado interactuar con la imagen de Diego
en sus sueños porque despertar y estrellarse con su ausencia era más de lo que
podía soportar.
Continuó
observando a su hermano, intuyó que estaba buscando una proyección de él siendo
niño y la encontró recostada en el pasto detrás de un arbusto, era la imagen de
si cuando tenía ocho años. El pequeño Damián se veía desanimado, Diego sonrió,
lo tomó de mano y caminaron juntos en dirección a la casa, después de un par de
minutos hicieron una carrera y el niño quedó atrás.
El ambiente
cambió de forma repentina y el cielo se oscureció, todo desapareció y de
inmediato reapareció el living de su casa. Buscó las proyecciones en las
habitaciones hasta que encontró al pequeño acurrucado en un rincón, envuelto en
las sábanas de Diego, sollozando, llamando a su papá y a su hermano.
El joven de
los ojos amarillos despertó afectado por las emociones del sueño, no esperaba
que las respuestas estuvieran en ese recuerdo lejano y aún no sabía como
interpretar todo eso.
– No quiero que esto vuelva a mi ahora – Murmuró llevándose
una mano a la cabeza.
Entonces la brisa comenzó a soplar con fuerza y trajo con
él la fragancia que perfumaba su sueño, confundido levantó la vista y vio al
pequeño Damián de sus sueños, parado junto al ventanal de su habitación, levantando una mano e invitándolo a seguirlo – Estoy despierto pero en
trance, mi inconsciente quiere mostrarme algo – Y sin más preámbulos se puso en
pie y comenzó a caminar tras la proyección de sí mismo.
Bajó la pequeña escalera que se continuaba desde el
balcón de su pieza mientras recordaba cómo jugaba con su hermano cuando eran
niños, en esa casa que habían compartido cada verano como familia, cuando nada
había ocurrido aún y sin el pesar que sobrevivía cada día.
– Cuando era feliz... – Concluyó en silencio.
El pequeño
volteaba de vez en cuando y le sonreía mientras caminaba delante suyo, luego se
escondía tras los árboles que se continuaban al jardín de su casa y se
encaminaba al bosque que colindaba su propiedad.
Se había
internado bastante cuando la brisa amainó su soplido y el aroma desapareció,
levantó la vista al cielo y su mirada contempló el movimiento de las copas
sacudidas por el viento tal como había visto en su sueño, entonces supo que
estaba en el camino correcto. El roce de unos dedos tibios y pequeños lo
arrebataron de su abstracción, una mirada melancólica y profunda se fijó en su
rostro mientras con la otra mano apuntaba hacia el frente, y sin más, la proyección de sí mismo desapareció.
Damián caminó
un poco más hasta escuchar sonidos de agua, muy cerca de ahí había un pequeño
lago de agua salada y cristalina, que era alimentado por el brazo de una playa privada
cercana.
Cuando se
aproximó pudo notar que en sus orillas, aferrado a una gran roca, el cuerpo de
una mujer estaba inmóvil; sin pensarlo caminó hasta llegar a la orilla y se
internó en al agua para llegar junto a ella, se desprendió de la chaqueta que
llevaba puesta y la colocó sobre los hombros de la joven. Contempló sus cabellos negros como el azabache, largos
y ondeados, traía puesto un vestido traslúcido tan delgado y fino como la seda
que no estaba mojado pese a que la mitad de su cuerpo estaba sumido en el
agua... no le dio mayor importancia a esto, la tomó en brazos y notó que su
cuerpo emanaba ese perfume tan delicioso y extraño que le había estado haciendo
compañía tanto en sus sueños como en la realidad.
Caminó a casa
con la muchacha en los brazos y al llegar, subió la pequeña escalera que hacía pocos momentos
antes había descendido persiguiendo su inconsciente, entró por el ventanal
abierto y la recostó con cuidado sobre su cama. Juntó las cortinas y buscó la hora en el reloj mural
de su habitación: eran las siete de la tarde.
Se sentó
junto a ella y la observó con atención, era muy hermosa, su piel bronceada
estaba fría y no representaba más allá de dieciséis años, tampoco tenía señales
de agresión física ya que sus ropas estaban limpias y sin muestras de
rasgaduras o sangre.
– Vaya, eres real después de todo – Sonrió para sí
mientras acariciaba su mejilla.
Luego de tantear sus brazos y corroborar que el
vestido estuviera seco, la tapó con un cobertor y fue a la cocina a calentar
agua para darle algo caliente cuando despertara. El hervidor estaba recién
puesto cuando sonó el timbre, Damián abrió la puerta encontrándose con el
rostro preocupado de Kuno quién se esforzó en mantener una gran sonrisa. Sin
más le hizo pasar y le ofreció un café.
– Cargado y sin azúcar – Pidió con evidente
nerviosismo.
– Lo sé, en un segundo estará listo.
– ¿Qué te pasó hoy? – Preguntó mientras lo seguía a la
cocina – Y no me digas que no quieres hablar de eso porque de una u otra forma
lo averiguaré. Cuando pregunté por ti a Carlos dijo que habías venido a casa –
Hizo una pausa nerviosa – ¿Tienes algún problema? me preocupas.
– No es en estricto rigor un problema – Respondió
sirviendo el café e invitando a Kuno al living – Es peor que eso.
– Y te quejas de que soy paranoico. Siempre tengo la
razón cuando se trata de ti – Dudó un segundo – Entonces, tiene que ver con tus
sueños.
– Creo que estoy perdiendo el control de mis sueños –
Bebió un sorbo de café y reflexionó un momento – Hay proyecciones de mi
inconsciente que pasan a este plano real y no son sólo personas, también
lugares y aromas.
– Sueños reales... ¡Eso es muy grave, Damián! – Su
mirada se llenó de miedo – ¿Desde cuándo?.
– Sentí que algo andaba mal hace un par de semanas,
pero hoy intervinieron mis sueños y no pude hacer nada para evitarlo, todo se
transformó en una pesadilla.
– ¿Pesadilla? – El rostro de Kuno palideció al oír esa
palabra – Cuando Carlos me entregó el cuadernillo del examen, dijo: No te
preocupes, él estará bien, aún cuando sus sueños se estén transformando en
pesadillas. Es obvio que hablaba de ti, la pregunta es ¿Porqué él habla como si
te conociera?.
– Pero eso es ridículo, él y yo jamás hemos sido
cercanos, no tiene cómo saber de mi.
– Sin embargo, está claro que no es una coincidencia,
deberías averiguar al respecto porque no parece un comentario al azar – Kuno
sujetó a Damián por el brazo y éste hizo una mueca de dolor – Además, estoy
seguro que estas adolorido por las pesadillas que has tenido.
Ambos guardaron un silencio que se prolongó por más
de cinco minutos. Meditaban sacando cada uno sus propias conclusiones,
sin embargo, había algo en la actitud de Damián que no convencía
a Kuno de que su amigo estuviera siendo del todo honesto con él.
– Estoy esperando el resto de la historia, sé que no me
has dicho todo.
El joven de los ojos amarillos
dudó un momento, luego se levantó del sillón y comentó a su amigo con lujo de
detalles de qué se trataban los sueños en cuestión y lo que había sucedido
después de abandonar la facultad. Luego se encaminaron a la habitación de
Damián.
Sin ahondar en el tema fue
narrando cómo halló a la chica y que la había traído a su casa. Cuando el muchacho abrió la puerta Kuno no daba crédito a lo que veían sus
ojos, se aproximó a ella en silencio y la observó de cerca.
– ¿Porqué la trajiste aquí? – Preguntó susurrando e
intentando mantener la calma.
– Ella es la persona que estaba pidiendo ayuda en mi
sueño.
– No lo sabes, tú mismo dijiste que tu habilidad está
inestable... podría ser la mujer que te hace daño, por ejemplo.
– Eso es imposible, ya comparé sus auras, además su
aroma es inconfundible – Agregó al mismo tiempo que tomaba a Kuno por el brazo
y salían de la habitación.
– Debes llamar a la policía y hablo en serio, podrías
meterte en problemas – Dijo con seriedad – No sabes quién es o de donde viene,
es posible que se haya escapado de un manicomio o algo así.
– ¡Siempre tan exagerado! Creo que me quedaré con ella,
al menos hasta que despierte y me aclare algunas dudas, estoy seguro que
necesita ayuda.
– Pues allá tú. Aunque no esté de acuerdo con lo que
estás haciendo, puedes contar conmigo para lo que necesites – Esperó un momento
– Es muy hermosa, dime donde la encontraste, tal vez pueda hallar una para mí.
– Sabía que saldrías con un comentario así – Sonrió.
Kuno tomó su bolso y se alistó
para ir a su departamento, visitar a su amigo no le devolvió la calma como él
esperaba, ahora tenía más cosas en que pensar y cabos sueltos que unir. Siempre
creyó que la habilidad de Damián le traería un día algo inesperado y
maravilloso, pero no esperaba que fuera en forma de chica semidesnuda perdida
en el bosque. Sólo quería que su amigo, su hermano, estuviera bien y velaría
por ello sin importar lo que tuviera que hacer o sacrificar, después de todo él
era la persona que más quería.
– Supongo que no iras a la fiesta de Joyce éste sábado
– Dijo antes de despedirse en la puerta – Creo que quiere volver contigo.
– No puedo pensar en esas cosas por ahora – Damián se
volvió pensativo.
– ¿Estás loco? – Preguntó extrañado – Has esperado esta
oportunidad durante meses con la esperanza de reconciliarte.
– Tengo que ocuparme de estos asuntos primero, no
quiero distracciones – Agregó frunciendo el ceño – Además, conociendo a Joyce,
no creo que note mi ausencia.
Luego de cerrar la puerta, Damián
regresó a la cocina para preparar una bandeja con algo para comer, una taza y
servilletas, recalentó el agua, llenó un termo y llevó todo a su habitación
dejando la bandeja sobre el escritorio al pie de su cama. Eran las nueve de la
noche y ya estaba sintiéndose el frío nocturno, acercó una silla y se sentó
frente a ella, se cubrió con una frazada y decidió aguardar hasta que
despertara. Su corazón latía con fuerza, mientras sus recuerdos desaparecían y una
cálida sensación de paz estaba llenando su interior, al fin.
No muy lejos de ese lugar, un
hombre preocupado no podía dormir pese a su gran cansancio, el sólo hecho de
cerrar los ojos y tratar de conciliar el sueño era una tortura, miles de
imágenes jamás dejaban de dar vueltas en su mente, siempre estaban presentes en
su cabeza como si viviera todo el tiempo dentro de una pesadilla
– Basta, por favor – Susurró tomándose la cabeza con
ambas manos mientras caminaba alrededor de su cama – Dios mío ayúdame, no
quiero enloquecer.
Con manos temblorosas tomó el
frasco de su prescripción médica que estaba sobre el velador, se llevó una
pastilla más a la boca y se dejó caer rendido sobre la cama sin más testigos
que esa soledad, esa tortuosa soledad que carcomía su alma desde que sus
recuerdos habían regresado hacía ya varios años, ese día de donde fluían esas
pesadillas y nacían aquellos interminables recuerdos de los que tanto deseaba
ser libre.
Luego de veinte minutos que
parecieron eternos, Carlos logró conciliar el sueño. De vez en cuando daba
vueltas entre las sábanas batallando con los fantasmas de su pasado, mientras un sudor frío humedecía su frente y las horas se sucedían
lentamente haciendo que la noche se encaminara hacia el amanecer.
***
Si han llegado hasta aquí puedo sentirme satisfecha :D!!! En el libro, al final de cada capítulo hay una ilustración hecha por mi.
No tengo mucho más que decir, salvo que en este momento me siento muy expuesta xD. El arte en si, es una puerta hacia la intimidad del artista... y aún cuando los espectadores sólo vean "códigos", uno nunca deja de sentir que hay demasiado a la vista y siempre hay algunos que pueden "ver" a través del artista, mucho más que el resto.
Amelie
PD: Como también estoy dibujando, pueden dar un vistazo a Instagram (https://www.instagram.com/d.raiman/), ahí estoy subiendo ilustraciones, entre otras cosas ^^