martes, 10 de noviembre de 2015

UN "VALOR" DE BRONCE QUE SE TRANSFORMO EN ORO

Recuerdo que durante un tiempo me dediqué a leer el blog de Verónica Roth, sus entradas eran brisas de aire fresco a mis recientes y crecientes ganas de escribir, unas ganas que se apoderaban de mi cuando menos lo prevenía y me impedían seguir trabajando... ella siempre fue muy honesta con su trabajo, se refería a él de una forma sencilla y humilde, porque créanlo o no también sintió dudas sobre su enorme trilogía Divergente.
Fue una entrada en particular que llamó mi atención hace como dos años y que volvió a mi el sábado que recién pasamos, luego de mi clase de taller de escritura creativa, recordé que ella dijo algo así como: Llega un momento en que nada es seguro, uno se vuelve autocrítica, el resto critica y ya no te sientes segura de lo que haces. Es entonces cuando te dices que debes creer en lo que estas haciendo, porque un día te pareció genial y aunque ahora ya no tanto, hay que creer en lo que uno hace. 

Todo eso fue porque en el taller tuvimos que presentar las escenas importantes de nuestra novela para visualizar la tensión de la historia, pero la verdad es que mientras más hablaba, más insegura al respecto me sentía; fue tan fuerte la duda que realmente encontré que mi historia era malísima (en contraste a la opinión de mi profesora y de mis compañeros), que estaba perdiendo el tiempo en ese lugar, llegué a sentir que estaba haciendo un alboroto de mi vida cuando mi trabajo no era tan malo, la paga no era tan mala y que podría jubilarme en mi oficio si no fuera una persona inconformista... sin embargo, mis compañeros se animaron a hacer un poco la hora luego de clases y nos fuimos al Mall Costanera Center, vimos el árbol gigante que arman todos los años para navidad y vagamos entre librerías buscando un sin fin de libros que no pude encontrar. Estábamos felices entre las ediciones, viendo títulos y portadas, bromeando sobre nuestros apodos de escritores, soñando tímidamente que algún día nuestros libros estarían en tal o cual sección, que tendría tal o cuál tamaño, tapas duras o normales, gordos con más de 500 páginas o delgados... fue un momento especial porque me conecté nuevamente con ese sentimiento primario que es al final de cuentas más grande incluso que el temor a fracasar: ME ENCANTA ESCRIBIR.

Esa sensación de felicidad es tan grande que el miedo se disipa y es suplantado por otra emoción... me siento poderosa como una superhéroe, siento que soy capaz de lograr lo que me proponga, y entonces recuerdo que aún no conozco a nadie que haya fracasado apostando a sus sueños, que a nadie que ama lo que hace le puede irle mal en la vida. 

Anhelo, quiero, deseo, necesito sentir las páginas de mi historia, aproximarlo a mi nariz y oler sus hojas, leerlo de principio a fin aunque haya sido yo quién lo escribió, ver la portada y sentirme orgullosa de lo que logré, dormir con él bajo la almohada... aunque nadie lo lea nunca yo al fin tendré en mis manos la historia que siempre busqué y nunca encontré en las librerías.

Como dijo Santiago en el Alquimista: Siempre podré volver a ser pastor, pero quizás ésta sea la única oportunidad de encontrar mi tesoro. Yo siempre podría volver a mi oficio, pero tal vez nunca más tenga la oportunidad de jugármela escribiendo y cantando.


Amelie

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